Putin aplica la política de tierra quemada para ahogar las ciudades mientras las conversaciones para un alto el fuego se estancan y Kiev lanza una contraofensiva
Tras meses de tensión y escalada entre Rusia y Ucrania, con más de 150.000 soldados, dotados de vehículos blindados desplegados en la frontera, y reportes de intercambios de fuego entre ucranianos y rebeldes prorrusos en la región de Donbás, Moscú finalmente invadió: anunció el 24 de febrero el inicio de operaciones militares especiales en Ucrania.
Días antes Vladimir Putin, presidente de Rusia, había reconocido los territorios separatistas en Ucrania —Donetsk y Luhansk, controlados por rebeldes prorrusos desde 2014— y anunció el envío de soldados a Donbás, avivando aún más las tensiones.
Ucrania es el segundo país europeo más grande en superficie después de Rusia. Limita con Moldova, Rumania, Hungría, Eslovaquia, Polonia, Belarús, Rusia y el Mar Negro en Europa del Este.
Las capacidades militares de Rusia y Ucrania están tan desequilibradas que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, imploró al comienzo del conflicto a sus aliados occidentales que hicieran algo más que imponer sanciones para sacar a las tropas rusas de suelo ucraniano. Una verdadera lucha de David contra Goliat.
Apenas cuatro días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, representantes de Ucrania y Rusia se reunieron para una primera ronda de conversaciones en un intento de encontrar un camino hacia el fin de las hostilidades.
Desde esa primera reunión en Belarús, que tuvo lugar el 28 de febrero, se realizaron otras cuatro entre representantes de Ucrania y Rusia, además de un encuentro entre los ministros de Asuntos Exteriores Dmytro Kuleba y Sergey Lavrov.
La invasión rusa de Ucrania ha impactado con fuerza en los precios del petróleo, el gas y los alimentos, y sus efectos se están sintiendo en todo el mundo. Además, los países con relaciones importantes con Rusia también se arriesgan a sentir las consecuencias de las sanciones.