Dos décadas atrás, cuatro aviones secuestrados fueron las armas con las que Al Qaeda atacó a Estados Unidos, dando inicio a una guerra que perdura hasta hoy, y cuyo capítulo más reciente fue el sangriento regreso de los talibanes al poder.
A las 8.46 del 11 de septiembre de 2001, 20 años atrás, un avión de American Airlines con 92 pasajeros a bordo se estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center (WTC). Apenas 16 minutos después, otro vuelo de línea de United Airlines impactó la Torre Sur, ya con cientos de cámaras filmando lo que sería el peor ataque terrorista de la historia, en el corazón de los Estados Unidos de América. Así empezó una guerra que continúa hasta estos días.
Los atentados del 11-S fueron perpetrados por la organización terrorista Al Qaeda, cuyo líder era Osama Bin Laden. Durante años gestaron la idea para golpear los principales pilares de la potencia mundial, con la que venían acumulando conflictos desde la década del 90. Los blancos eran las dos Torres Gemelas, El Pentágono, la Casa Blanca y el Capitolio; aunque solo los dos primeros fueron alcanzados
En la mañana del 11-S 19 terroristas de Al Qaeda se desplegaron por grupos en diferentes aeropuertos. Solamente con navajas y con la amenaza de tener bombas consiguieron secuestrar cuatro aviones comerciales. Dos terminaron en los rascacielos del World Trade Center y un tercero colisionó El Pentágono, dejando 2.296 víctimas -entre ellas cinco argentinos- y más de 25.000 heridos.
El cuarto vuelo, que tenía rumbo hacia el Capitolio, cayó en un bosque de Pensilvania luego de que pasajeros y tripulantes se enfrentaran a los terroristas. Ya con los miembros de Al Qaeda al mando de la cabina habían recibido la noticia de los atentados, y decidieron evitar otra tragedia.
El quinto avión nunca pudo ser tomado: quien tenía la misión de dirigir el secuestro fue detenido por el FBI el 16 de agosto de 2001, luego de que registraran irregularidades en sus documentos migratorios
Los atentados no eran un tema nuevo para Estados Unidos en 2001. Ya habían sufrido ataques previos, aunque generalmente en bases militares o puntos estratégicos ubicados en el exterior. En 1993 incluso el WTC ya había sido escenario de un ataque terrorista, cuando una camioneta estacionada en el subsuelo explotó y mató a seis personas. Pero nunca se había visto semejante ataque como el del 11-S.
Inmediatamente después se empezó a respirar un clima de guerra. Así lo reflejan las tapas de los diarios de aquella época: “La guerra”, tituló Clarín el 12 de septiembre, portada en la que además se anticipó: “Ayer fue un día que cambiará al mundo”.
En aquel momento el presidente de los Estados Unidos era George W. Bush, quien acudió rápidamente a la ONU. Denunció que Bin Laden y Al Qaeda operaban con el apoyo de los talibanes, que gobernaban Afganistán con una filosofía ultra conservadora de la ley islámica.
Bush pidió que entregaran al líder terrorista, y ante la esperada negativa afgana invocó el artículo 53 de la carta de la ONU, que emplea la figura de “Estados enemigos”, para comenzar una escalada militar. Si bien el Consejo de Seguridad nunca avaló la avanzada estadounidense sobre Afganistán, tampoco la condenaron, dada la conmoción mundial que había por la caída de las Torres.
Con apoyo europeo, especialmente del Reino Unido, Estados Unidos avanzó sobre los talibanes para octubre de ese mismo año. Los objetivos: eliminar a Al Qaeda, sacarle el poder al Talibán y evitar que en Afganistán operen nuevas células terroristas. Para diciembre ya habían tomado el control del país y designado un nuevo gobierno.
Desde entonces hasta hace algunas semanas -cuanto terminaron de retirarse las tropas bajo fuego talibán- Estados Unidos permaneció en terreno afgano, en lo que fue una continua guerra que atravesó momentos de equilibrio y otros de tensión extrema.
Las cifras hablan de cientos de miles de muertos desde 2001: 6.000 estadounidenses, 66.000 hombres de las fuerzas afganas, 51.000 talibanes y otros 50.000 civiles. El país norteamericano gastó más de dos billones de dólares en la guerra.
El pasado 26 de agosto quedó demostrado que el conflicto no está terminado. El Estado Islámico se adjudicó el atentado en el aeropuerto de Kabul, donde murieron decenas de personas, entre ellas 12 soldados estadounidenses. El presidente Joe Biden respondió: “No perdonaremos, no olvidaremos, los cazaremos y los haremos pagar. Defenderé a mi gente y nuestros intereses con toda la fuerza que tengo”.