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¡Que los jóvenes sean el presente, no el futuro!

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Normalmente cuando somos jóvenes llega a nosotros la máxima acuñada por Salvador Allende que dice “Ser joven y no revolucionario es una contradicción hasta biológica”, una idea muy conocida, pero tristemente no muy aplicada en nuestra sociedad joven por diferentes motivos (falta de conciencia de clases, de interés, de trabajo, de estudio, etc.), lo que nos aleja en cierto grado de lograr cambios en el funcionamiento de nuestro país y peor aún, de superar de manera favorable esta pandemia.

Tenemos jóvenes ahogados en deudas, sometidos a trabajos con condiciones poco agradables, y a otros que denuncian públicamente las escasas condiciones sociales como el poco acceso a formaciones académicas estables y de calidad. Generalmente este último grupo representa un número muy reducido en comparación a la población total de dicho sector etario, una situación negativa que nos aleja casi por completo de una posible revolución ciudadana.

El número aproximado de habitantes en Paraguay es 7.252.672 según la Dirección Nacional de Encuestas Estadísticas y Censos (DGEEC), de los cuales 1.954.150 son jóvenes (15-29 años), y 2.715.396 adultos (30-64 años). Lo que nos dice que 4.669.546 de paraguayos prácticamente forman parte del sector productiva/laboral. Muchos de ellos afectados no solo por la pandemia, sino también por precariedades y desigualdades sociales ya históricas, que fueron surgiendo y aumentando con el paso del tiempo.

Entonces, si hablamos de una población mayoritaria, ¿Por qué son los más afectados por la pandemia y las malas decisiones de quienes gobiernan?, tal vez por eso, el mal manejo premeditado de quienes gobiernan y toman las decisiones, así como también porque son pocos los ciudadanos que observan detenidamente y se cuestionan sobre los errores dados en nuestro sistema político y cultural. Un sistema encargado de generar y mantener en precariedad al ciudadano promedio, un sistema de consumo.

En otras palabras, el que más horas de su tiempo ofrece a prestar servicios laborales es el que al final menos posibilidades de crecimiento obtiene por diversos factores como; la paupérrima retribución salarial en la mayoría de los casos, falta de capacitaciones profesionales y falta de políticas públicas laborales acertadas.

Vivimos en un país donde incluso la informalidad supera al desempleo y donde los jóvenes en su mayoría solo ganan un poco más del salario mínimo, de los cuales muchos a su vez se vieron afectados por la pandemia, lo que ya suena reiterativo pero sigue siendo un hecho que no podemos dejar de mencionar. Muchos quedaron cesados y sometidos a un panorama poco alentador debido a la escasa oferta laboral.

En 2018 según la DGEEC, aproximadamente 64 de cada 100 adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años participan en el mercado laboral, ya sea trabajando (ocupado), o buscando trabajo (desocupado). Este año debió realizarse otro censo para actualizar la situación poblacional del país, pero también quedó suspendida por la pandemia.

La falta económica nos vuelve vulnerables, la poca formación académica y cultural nos vuelve ignorantes, es por eso que resulta necesario que comprendamos cuál es la estructura gubernativa que nos maneja, cómo se dan las relaciones políticas, cómo se maneja la económica y a favor de quién y además cuál es el aporte cultural que recibe la sociedad.

No solo quienes administran el país son responsables de que seamos de tercer mundo, sino también nosotros los ciudadanos, especialmente aquellos que deciden desentenderse y criticar a quienes se movilizan. Los campesinos son criticados por cerrar calles al manifestarse pero nadie se pone a pensar en como viven las familias rurales, los estudiantes son cuestionados por realizar paros y tratados de vagos, mientra tanto la brecha entre la clases pudientes y populares va volviéndose más extensa.

Debemos aprender a elegir, a pensar fríamente antes de votar por quienes serán representantes del pueblo, debemos salir a las calles de ser necesario pero sin caer en vandalismos, debemos presionar a través de las redes sociales.

Si dicen que los jóvenes son el futuro el panorama se torna poco alentador. Muchos están pasando hambre, no pueden trabajar ni estudiar y quienes protestan van quedando a un lado.
¿cuál es el futuro que nos queda?, ¡El futuro ya llegó!

José Ignacio Melgarejo – Periodista del Grupo Venus.

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