La “reina del pop” acaba de estrenar su “Rebel Heart Tour”, una gira que tira del presente y la nostalgia ochentas como armas de entretenimiento.
Hasta ahora 2015 no había sido precisamente un buen año para Madonna. La masiva filtración de canciones de Rebel Heart meses antes de su lanzamiento, la floja aceptación del disco y el hecho de que una pupila como Taylor Swift le haya comido terreno en el pop palomitero (tanto que ni siquiera la MTV le nominó en ese circo mediático que son los Video Music Awards), le ha pasado factura a la folclórica de Michigan. Madonna ya no dicta ninguna moda y en los últimos años sólo se ha limitado a aposentar sus nalgas sobre ese trono que le pertenecerá hasta el día que abdique.
Aunque, eso sí, independientemente de la rentabilidad generada por sus discos más recientes y el vacío icónico-estético que ha dejado desde que hiciera sentadillas cósmicas al son de Hung Up, lo que está claro es que en directo sigue siendo una atleta de élite y una artista que hace de la espectacularidad su razón de ser.
La madrugada del miércoles al jueves arrancó en Montreal su última aventura, un Rebel Heart Tour que, a falta de nuevas ciudades por anunciar, de momento cuenta con sesenta y cuatro fechas que la mantendrán de lo más ocupada hasta el primer trimestre de 2016. El elevado precio de las entradas (superando la media preestablecida este 2015 por Fleetwood Mac) ha tirado para atrás a muchos fans casuales pero, como viene siendo habitual en ella, el espectáculo no defrauda en absoluto.
Como pionera de la hipersexualidad mainstream no va a conseguir escandalizar a nadie a estas alturas entonando Holy Water y Vogue respaldada por un cuerpo de baile de monjas cachondas que se marcan un lap dance sobre unas cruces. La iconografía erótico-eclesiástica ha formado parte de su ADN de siempre (después de la que se formó con Like A Prayer está curada de espantos). Aunque lo que sí es digno de admirar es que, a sus 57 años, independientemente de los litros de botox que se ha inyectado, siga autoexplotándose como un objeto sexual.
Toda su competencia directa se ha limitado a seguir los pasos que ella marcó hace décadas. No obstante, lo que pocos le reconocen a estas alturas de la película es que se encuentra completamente sola allanando el terreno para que las Mileys, las Nickis y las Rihannas de turno, dentro de unos años, sigan enarbolando la bandera de la sexualidad sin que nadie les tire en cara que ya no tienen edad para esas cosas. Tiempo al tiempo. Por mucho que ahora se vea ridículo, Madonna no está haciendo más que defender el derecho de cualquier mujer a sentirse sexy después de múltiples partos y divorcios.
Pocas horas después del estreno Youtube ya arde con vídeos de casi la totalidad del show. El arranque samurái de Iconic promete ser espectacular para cuando lo veamos en vivo y en directo, del mismo modo que esa Living For Love en la que ha vuelto a ponerse la capa que tantos quebraderos de cabeza le dio en su actuación en los Brits. Pero, a todo esto, si hay algo que realmente destaca en esta nueva gira, es la recuperación de himnos que muchos daban por imposible que volviera a interpretar.
Como si del Re-Invention Tour se tratara, la Ciccone ha querido ir a lo seguro reconciliándose con su público más madurito, rescatando gemas de los ochentas como Borderline, un medley de Dress You Up/Into The Groove/Everybody y Lucky Star, Who’s That Girl, Material Girl y Holiday. Vale que cantar por tercera vez consecutiva un tema tan menor como Candy Shop o hacerse la francófona cantando la trillada La Vie En Rose no tiene sentido alguno, así como ningunear de mala manera buena parte de la época dorada que vivió en sus carnes desde Ray Of Light hasta el Confessions On A Dance Floor. Pero, a sabiendas de que más pronto que tarde llegará una gira de despedida, muy probablemente se esté guardando todo ese jugoso material más reciente para entonces.
Veinte bailarines, un sinfín de cambios de vestuario (con creaciones de Prada, Gucci, Alexander Wang o Moschino, entre otros), una mastodóntica pasarela y un guión coreografiado segundo a segundo hacen del Rebel Heart Tour la gira pop más apabullante que se podrá ver este año. Hasta el 24 y el 25 de noviembre no podremos disfrutar de sus únicas dos paradas españolas, en el Palau Sant Jordi de Barcelona, pero tranquiliza saber que la “ambición rubia” está a pleno rendimiento y todavía tiene mucho que decir como buena show woman que en realidad es. Madonna no estaba muerta, simplemente estaba preparando una más que digna vuelta a los escenarios.