El tráiler de ‘Barbie’, la película de Greta Gerwig que protagoniza Margot Robbie, sintoniza con la renovada filosofía de la muñeca de Mattel
Barbie, la película dirigida por Greta Gerwig tras las celebradas Lady Bird y Mujercitas, no se estrenará hasta el 21 de julio de 2023. Pero, de momento, el tráiler causa furor. No sorprende que se haya lanzado en plena campaña de Navidad, cuando las niñas de medio mundo andan carteándose con Papá Noel, los Reyes Magos o el Niño Jesús. También es una manera de tranquilizar a los padres, siempre en la duda de si Barbie es lo correcto o no, para educar a su descendencia. Si Barbie, como cualquier mujer triunfadora, ha estado en el ojo huracán, despertando envidias y causando controversias, desde hace ya 63 años (todo un récord de longevidad en el convulso mundo del juguete), el tráiler de la película que protagonizan Margot Robbie, que parece nacida para asumir este reto, y Ryan Gosling -en el papel de Ken, por supuesto-, sintoniza con el eslogan de Mattel en los últimos años: “puedes ser lo que quieras ser”.
Parodia del preludio paleolítico de 2001, una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), con el Zaratrusta de Richard Strauss de fondo para que no haya equívocos, el tráiler de Barbie nos recuerda que “desde el comienzo de los tiempos, desde que la primera niña existió, ha habido muñecas, pero las muñecas siempre fueron bebés, hasta que llegó…”. Y entonces, aparece la silueta de la reina de las muñecas recortada a contraluz, seguida del plano de unas interminables piernas, que tienen su miga si recordamos que Robbie se ganó nuestros corazones como la novia de Leonardo DiCaprio en El Lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013), una película unánimemente aclamada, salvo por la sospecha de que las piernas de la rubia habían sido alargadas digitalmente. Y después de las piernas, aparece Barbie, reencarnada en Robbie, tal y como vino al mundo. Es decir, enfundada en un bañador piel de cebra, con glamourosas gafas de sol a juego. Así fue cómo Ruth Handler, cofundadora de Mattel, la presentó en sociedad durante la feria de Nueva York, el 9 de marzo de 1959, fecha que ha quedado como su cumpleaños oficial.
Es el nacimiento de un mito, Barbie se erige cual “colosa” de Rodas, o más bien, según escribió Alberto Manguel, “como la estatua de Diana en Éfeso que (según la leyenda) había caído del cielo, y presentaba la pose de alguien dispuesto a ser adorado”. La reacción de las niñas de los tiempos remotos, en una imagen tan brutal como liberadora, es la de destruir a lo bestia sus bebés de porcelana. Ese fue el revolucionario cambio que aportó Barbie al cuarto de las niñas: pasaron de proyectarse como madres, a verse como mujeres independientes, o simplemente como personas.
Luego, en el tráiler, la música cambia a disco, aparece el logo rosa de Barbie, y todo sucede muy rápidamente: Barbie despidiéndose de Barbieland, un Miami de mansiones rosas; Ken y sus amigos con atuendos imposibles, y números musicales. En esta película, que Gerwig ha escrito junto a su pareja -el realizador Noah Baumbach, que acaba de estrenar su versión del Ruido de fondo, de Don DeLillo-, Barbie ha sido expulsada de su paraíso fucsia para ser arrojada al mundo real, en busca de una perfección que, naturalmente, no existe.
Barbie siempre fue criticada por defender un ideal de belleza inalcanzable, salvo para las presentadoras de Fox News. Sobre todo por su extrema delgadez, con dramáticas consecuencias en los adolescentes. Pero, en la campaña de Navidad de 2015, introdujo unas curvas que la llevaron a ser portada de Time, con este titular: “¿Podemos empezar a dejar de hablar de mi cuerpo?”.
Ante la gélida amenaza de las muñecas Frozen, amazonas del imperio Disney que dominaron el mercado del muñeco articulado en la anterior campaña navideña, Mattel jugó la carta inclusiva: no sólo lanzó barbies más anchas de caderas, sino barbies bajitas, más altas, calvas y hasta en silla de ruedas, aunque la “curvy” es la que más se ha prodigado en los escaparates. Las llamadas Fashionistas salieron con hasta siete tonos de piel distintos, aunque Barbie ya había resuelto, a su manera, sus problemas con la diversidad racial en una fecha tan temprana como 1967, coincidiendo con el clímax del movimiento por los derechos civiles: primero se hizo amiga de Francie, que era como ella, pero en plástico oscuro, y luego de la más afroamericana Christie, que además hablaba, y gritaba cosas como “¡Vámonos de compras con Barbie!”.
En efecto, si Barbie liberó a las niñas de la losa de pensarse como futuras madres, fue para abrazar el consumismo sin tapujos: “comprarle un nuevo vestido a Barbie con la cuota semanal era ganarse un adelanto de futura autonomía, una especie de ensayo general, una idea de futuro. Barbie no era una muñeca, era una aspiración”, escribía la italiana Sandra Petrignani en su exquisito Catálogo de juguetes. En un principio, la ambición de Barbara Millicent Roberts, su nombre completo, era ampliar su armario, luego quiso una “casa de ensueño” y un descapotable rosa para salir de fiesta con sus innumerables amistades, o con Ken, su novio oficial desde 1961, entre otros accesorios tan voluminosos (a causa de su escala, 1/6) como costosos, que no estaban al alcance de todas las familias, y sin duda ayudaban a marcar diferencias de clase.
Barbie era modelo, diseñadora de moda, o simplemente hija de papá, lo suyo era consumir a rienda suelta y salir de fiesta al son de “I’m a Barbie Girl, in the Barbie World / Life in plastic, it’s fantastic”, ya saben el mega-éxito de Aqua, cuyo clip también emulaba el mundo rosificado de las series y películas producidas por Mattel. Lo de adentrarse en el mundo laboral vino después, aunque los empleos no le duran demasiado: ha acumulado más de 200 profesiones en las últimas décadas, incluyendo una misión espacial. Y cada día que pasa está más implicada en las campañas para motivar las ambiciones profesionales de las niñas, aunque continúa preocupando a los padres: Puedes ser sirena, rezaba un anuncio en la planta correspondiente del ECI. Quizás no el más ambicioso futuro profesional para una niña-Barbie empoderada.
Fuente: El mundo