Su escuela en el norte de Italia está cerrada nuevamente debido a un aumento en los casos de coronavirus, pero esta vez, Anita Iacovelli, de 12 años, se niega a quedarse en casa. Va todos los días con su silla de metal rosa y una mesa plegable para sentarse fuera del edificio cerrado en Turín, siguiendo sus clases en línea utilizando su notebook.
Con una gorra, guantes y mascarilla, y bajo la mirada de los transeúntes curiosos, no es el lugar más cómodo para estudiar. Pero para Anita, es mucho mejor que sentarse en casa, como lo hizo durante semanas durante la cuarentena total en Italia a principios de este año.
“Cuando dijeron que las escuelas cerrarían, pensé que no podía tomar otro año de educación a distancia”, dijo a la AFP.
“Extraño todo lo relacionado con la escuela: tomar clases presenciales, mirar a los maestros a los ojos y no a través de una pantalla, estar con mis compañeros”.
Su amiga Lisa y otros estudiantes pronto se unieron a su protesta frente a la escuela Italo Calvino, que comenzó cuando en Turín y las áreas vecinas fueron clasificadas como zona “roja” de alto riesgo por coronavirus el pasado 6 de noviembre.
Mientras que a los niños más pequeños se les permitió permanecer en la escuela, los alumnos mayores se vieron obligados a cambiar a la educación a distancia.
La mayoría de las tiendas, bares y restaurantes cerraron y se restringió la circulación de los residentes. El ministro de Educación de Italia se encuentra entre los que expresaron su interés en la causa de Anita, que anuncia con un cartel escrito a mano detrás de ella que dice: “Aprender en la escuela es nuestro derecho”.
“La ministra (Lucía) Azzolina me llamó y me felicitó porque le gustó mi protesta y me dijo que haría todo lo posible para abrir las escuelas lo antes posible”, dijo la niña.
