Todo lo contrario, pese a lo que muchos puedan pensar. De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, las pipas de agua de origen persa, empleadas sobre todo para fumar tabaco aromatizado con manzana, menta, cerezas, chocolate, coco o melón, plantean más riesgos que los cigarrillos convencionales.
En primer lugar, porque el carbón que usan genera monóxido de carbono, metales pesados y sustancias químicas que incrementan las probabilidades de desarrollar tumores. Tampoco le resta toxicidad el hecho de que el tabaco pase por agua; más bien, la aumenta, ya que suma sustancias nocivas. Además, los jugos de los exóticos tabacos de cachimba irritan la boca, con el correspondiente peligro de cáncer oral.
A esto se suma que, dado que estas pipas de agua suelen disfrutarse en grupo, los usuarios se exponen durante más tiempo al tabaco. Una sesión de una hora supone doscientas caladas por persona, mientras que un pitillo se gasta en unas veinte inhalaciones. Y por si fuera poco, con la shisha o narguile cada persona inhala 90.000 mililitros de humo, en comparación con los 500-600 que se aspiran al fumar un solo cigarrillo, como se leía hace poco en un estudio publicado en el American Journal of Health Behavior.
Otro trabajo reciente, realizado por científicos de la Universidad de Cornell, ha puesto cifras a esta distinta exposición a los compuestos dañinos: en una sesión de cachimba, absorbemos entre dos y cuatro veces más nicotina, hasta 11 veces más nivel de monóxido de carbono, 100 veces más alquitrán, 17 veces más formaldehído, de 2 a 5 veces de hidrocarburos aromáticos policíclicos y tres veces más de fenol que si tragamos el humo de un pitillo convencional.