Cuando eres la cantante más famosa del mundo, puedes permitirte ciertos lujos. Aparte de los obvios, también puedes elegir cuánto de ti quieres compartir con el mundo y, por consiguiente, cuánto estás dispuesta a colaborar con la prensa. Al parecer, Beyoncé ha decidido optar por el voto de silencio. Al menos, de momento.
La semana pasada se hacía pública la portada de la edición norteamericana de Vogue del mes de septiembre. En ella, la cantante aparece con el pelo mojado y un vestido de noche, en unos retratos firmados por Mario Testino. Espectacular y perfecta como siempre. Hasta ahí, nada raro. El texto que acompaña al posado lo firma Margo Jefferson, escritora y premio Pulitzer. La anomalía llega al leerlo:
Jefferson reflexiona sobre la cantante y su carrera, pero no hay ni una sola palabra y ni un solo entrecomillado de la interesada. Toda una anomalía para una revista como Vogue, en cuya portada solo aparecen aquellas celebrities que garantizan un posado y una entrevista a la publicación.
Beyoncé es una de las estrellas más poderosas del planeta es una obviedad. Quele gusta controlar su imagen. No ha contestado a preguntas de ningún periodista desde 2013. Y se sabe, porque ella misma lo confesó en un documental, que tiene un inmenso archivo personal con todo el material gráfico que genera y que está custodiado en una habitación con la temperatura controlada.
Además, tiene a un director visual en nómina que le sigue 16 horas al día para asegurarse de que cada foto y cada vídeo sean perfectas. Solo hay que echar un vistazo a su cuenta de Instagram para darse cuenta. De hecho, en aquel mismo documental confesaba: “Siempre me estoy debatiendo sobre cuánto debo revelar sobre mí misma.
De momento, la respuesta a esas preguntas es estar callada. Sobre todo, desde que el año pasado, ella, su marido, Jay-Z, y su hermana, Solange, protagonizaran aquella grotesca escena del ascensor que dio la vuelta al planta. Esa hubiese sido una pregunta obligada para Vogue y Beyoncé ha preferido no contestarla.
Eso o que quiere recuperar el viejo estilo del Hollywood dorado en el que las estrellas insistían en ser un misterio y lo conseguían. Ahora, en la era de los paparazzi, Twitter, Facebook e Instagram, ser un enigma es un auténtico reto. Pero si alguien puede desde luego es ella.